29 may 2011

la comida


“Allí de ambrosias
había un jarro,
Con un cazo Hermes escanciaba a los dioses”
Safo. Poeta griega S.VI a.C

-Comeme tor coño- le dijo en aquella esquina a voces a aquel cliente insolente.  Agarrándose todo su sexo por encima del pantalón vaquero ese adolescente rapeó –Señor Juez, por mí se puede usted comer toda esta[1]-. La cosa iba de comidas en aquellas expresiones.

Me ves: Era niño, y vi en la televisión (que dirigió Pilar Miró) unas escenas que formaron mi placer por la comida y por el sexo. En una de ellas una mujer se encuentra en cuclillas, todo su musgo negro se muestra y su amado y esclavo le introduce lo que come, antes por la vagina. Los fideos, las verduras que toma delicadamente con palillos de bambú, todo lo pasa por esa vinagreta de su coño. Ahora le introduce un huevo duro y ella, aun en cuclillas lo pone como una gallina, él se lo come luego como el manjar más exquisito y único de la tierra. Ella se llama Sada. La película, claro, es “El imperio de los sentidos” (1978). La otra imagen es de una película de Bigas Luna, “Caniche” (1979). Una mujer unta algo dulce en su coño -¿miel, mermeladas, siropes?- y su perrito burgués le lame todo su sexo, un bello modo de masturbarse. Desconocía con trece años la zoofilia, descubrí esos meses que la pasión sexual no tiene límites, así como las aplicaciones culinarias. Varios lustros después, leí la noticia de que en Nüremberg (2008) dos personas habían quedado para amarse en un acto caníbal. Uno de ellos desde niño deseaba ser devorado, que alguien se lo comiera. Literalmente. Encontró a su antropófago. Es una manía sexual que sólo se puede tener una vez, la de ser devorado. El caníbal puede experimentar más. ¿Un acto de amor gastrológico? Aún no hay respuestas.

Por aquellas fechas de la pubertá a principios de los ochenta mientras me educaba/formaba en esa televisión que gritaba “viva el mal viva el capital” (la bola de cristal, de otra mujer maravillosa, como Lolo Rico), los curas también (intentaban) me formaban y había también extrañas cuestiones de gastronomía, en sus educaciones: comer el cuerpodecristo  y beber su sangre. Beber sangre había sido una cosa de bárbaros según la civilización romana, así se sorprendían estos, de la dieta de los bárbaros centro europeos, a base de sangres y leche. Comer cuerpos humanos o divinos y beber sangre es verdaderamente otro acto, en este caso, como en el otro,  de amor caníbal. Recuerdo un pasaje del apocalipsis de Juan: “Vi un ángel puesto de pie en el sol, que gritó con una gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan por medio del cielo: Venid, congregaos para el gran festín de dios, para comer las carnes de los reyes, las carnes de los tribunos, las carnes de los poderosos, las carnes de los caballos y de los que cabalgan sobre ellos, las carnes de todos los libres y de los esclavos, de los pequeños y los grandes” …

La comida, sigo observando ahora ya masduro, no tiene límites.


[1] Mucho Mu, de 7 notas 7 colores que también decía: “Chupa la miel energética de mi colmena, nena!”


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